Recopilación de datos de menores, bebés y hasta niños antes de nacer
Cada día hay más opciones para embarazadas y padres de familia, oportunidades que da la tecnología de hacer seguimiento del día a día de sus hijos. Esto suena bonito y práctico, hasta que entramos en terrenos pantanosos para la protección de datos del menor.
Los niños que nacen a día de hoy son la primera generación de personas cuyos datos se recopilan incluso antes de nacer. Todavía no podemos calcular el riesgo de esto, las implicaciones críticas para nuestro futuro democrático.
Empecemos por ser conscientes de la situación actual, para poder prepararnos. ¿Hasta dónde puede llegar la recopilación de datos de menores, bebés y hasta niños antes de nacer?
Apps de salud que podrían atacar la privacidad
“¡Haz seguimiento de tu periodo, ovulación, síntomas, estados de ánimo y mucho más en una fantástica aplicación!” Así comienza una propaganda promocional entre tantas, aplicaciones miles que ayudan a la fertilidad y a monitorear la salud.
Decenas de millones de futuros padres usan este tipo de aplicaciones, además de buscar datos en Google y otros sitios. Esto se traduce no solo en comodidad para sus vidas y acceso a la información. Hay un lado oscuro en la tecnología aplicada a este aspecto tan íntimo de la vida familiar.
Nuestras familias se están convirtiendo en datos, ya que las huellas digitales que dejamos se comparten, venden y comercializan. Los niños reciben datos incluso antes del nacimiento, con apps de embarazo y publicaciones en redes sociales.
Una vez que nace el bebé, los padres pueden usar rastreadores de bebés o dispositivos portátiles para administrar la rutina del bebé y registrar las horas de sueño, las tomas y las deposiciones.
Después se les hace un seguimiento durante la infancia con aplicaciones de aprendizaje, dispositivos domésticos inteligentes y registros médicos.
Es cierto que todo esto de documentar la vida del bebé no es nuevo, de hecho tradicionalmente había el diario del bebé. La diferencia es que se trataba de un cuaderno que se colocaba en la estantería del salón como recuerdo familiar.
No quedaba registrado en una base de datos, y tal vez en algún servidor de cualquier otra parte del mundo. Ni mucho menos se sumaba a miles de datos similares, facilitando a la IA la visualización de patrones, por ejemplo.
Los niños de hoy, sujetos de datos
De acuerdo con MitPress, en Child Data Citizen, Veronica Barassi examina la construcción de los niños en sujetos de datos, describiendo cómo se recopila, archiva, vende e incorpora su información personal en perfiles únicos que pueden seguirlos durante toda la vida.
Barassi se basa en un proyecto de investigación de tres años con padres en Londres y Los Ángeles, que incluyó la recopilación de 50 entrevistas en profundidad, una etnografía digital de actividades de “compartir” en las redes sociales de ocho familias a lo largo de ocho meses, y una exploración de dos años de la dataficación de su propia familia.
Complementa sus hallazgos etnográficos con un análisis de cuatro plataformas de redes sociales, diez aplicaciones de seguimiento de la salud, cuatro centros domésticos y cuatro plataformas educativas. Han analizado las políticas de privacidad, los modelos comerciales y las aplicaciones de patentes que permiten la extracción de datos de niños.
La conclusión clara para Barassi es que hay una serie de fuertes implicaciones en todo esto. Se está construyendo una sociedad donde los rastros de datos se hacen para hablar por y sobre los ciudadanos durante toda la vida.
Entonces aparece la cuestión de la privacidad, e incluso el impacto de la identidad a partir de la información recopilada. ¿Qué debemos hacer cuando nos damos cuenta de que las narrativas que construyen los algoritmos sobre los individuos son inexactas y sesgadas?
¿Qué peligros hay en todo esto?
Algunos ven solo ventajas en todas estas aplicaciones, y piensan que al fin y al cabo si eres un ciudadano de a pie es irrelevante si tu hijo tomó la primera papilla una semana u otra. Detrás de esta recopilación de datos, sin embargo, hay más en juego de lo que podamos ver evidente a primera vista.

Recopilación de datos de menores, bebés y hasta niños antes de nacer
En marzo de 2019, por ejemplo, el British Medical Journal publicó un estudio internacional que demostró que de 24 aplicaciones móviles de salud, 19 compartían datos de usuarios con empresas matrices y proveedores de servicios (terceros).
También mostraron que terceros compartieron datos de usuarios con empresas multinacionales de tecnología, empresas de publicidad digital, empresas de telecomunicaciones y otros terceros.
El documento también demostró que los datos se compartieron con diferentes compañías de Big Tech, incluidas Alphabet (Google), Facebook y Oracle, que ocupan posiciones centrales dentro de las redes de intermediación de datos, dado que tienen los medios para agregar y volver a identificar los datos del usuario.
A medida que los padres compran las promesas del seguimiento de datos, producen grandes cantidades de datos de los niños que luego se archivan, analizan y venden; por tanto, juegan un papel activo en la datificación de sus propios hijos, sin saberlo.
Por otra parte, la datificación de los niños no termina ahí. Más allá del papel activo que juegan madres y padres, hay otros mecanismos de vigilancia que ya están afectando hoy a los más pequeños y que en el futuro podrían ir mucho más lejos.
Por ejemplo, cuando una madre que espera a un bebé empieza a buscar en Google de forma habitual cuestiones relacionadas con su experiencia, está avisando sin saberlo al buscador sobre su situación.
Será fácil ver para cualquiera que en seguida que hace este tipo de búsquedas u otras, recibe anuncios vinculados a temas afines. Empiezan a actuar las cookies con gran maestría, en teoría con fines puramente comerciales y sin nombre y apellidos, pero en la práctica son otra forma de recoger datos personales.
El experimento de una embarazada que quería anonimato
En 2014, Janet Vertesi, profesora de sociología en Princeton, llevó a cabo un experimento. Quería ver si podía mantener su embarazo en secreto de los bots, rastreadores, cookies y otros, que alimentan las bases de datos que luego se utilizan para publicidad segmentada.
Ella era consciente de que las mujeres embarazadas son rastreadas más que otros usuarios, porque las empresas de datos creen que ser capaz de identificar a una mujer embarazada vale tanto como conocer la edad, el sexo y la ubicación de hasta 200 personas.
En su artículo publicado en la revista Time en 2014, explicó que tratar de ocultar su embarazo la hacía parecer y sentirse como una criminal, porque tuvo que emplear diferentes tácticas como usar Tor como navegador para acceder a los contenidos del BabyCenter.
Así, llegó a la conclusión de que tratar de evitar convertirse en una “sujeto de datos embarazada” la hacía parecer no solo un miembro de la familia grosero o una amiga desconsiderada, sino una mala ciudadana.
Conclusión
Los niños están datificados, como todos nosotros, nos guste o no. El problema es qué futuro les estamos dejando, a ellos que ya desde el nacimiento han sido como el protagonista del Show de Truman.
Es especialmente preocupante lo que están recopilando compañías como Google, Facebook y Amazon. En teoría solo recopilan con fines comerciales, pero en la práctica tienen demasiado poder, que además no sabemos a qué terceros podría ir a parar.
Es por esta razón que necesitamos desglosar los diferentes flujos de datos de los niños y analizar las prácticas, creencias y estructuras que hacen posibles estos flujos. Solo así podemos comprender la complejidad y amplitud de la datificación de los niños.